lunes, 9 de marzo de 2009

De despilfarro y farolas

A finales del mes del julio del pasado año 2008, el gobierno de la Ciudad anunció la puesta en marcha de un “Plan de Austeridad y Contención del Gasto”. La justificación de este plan se basaba en la crisis económica y el previsible descenso en el capítulo de ingresos, tanto de los procedentes de la Administración General del Estado como de los instrumentos recaudatorios que directamente gestiona el municipio ceutí. El plan contiene una serie de medidas generales y específicas divididas, a su vez, en tres áreas: tecnológica, grandes consumos y recursos humanos. En el área de grandes consumos se plantean tres líneas de actuación: suministro de energía eléctrica, suministro de agua y gasto en material consumible. De estos tres sectores de intervención, vamos a centrar nuestros comentarios al relacionado con el consumo de energía eléctrica.
El capítulo de gastos energéticos es el más completo en cuanto al número de medidas propuestas. La relación de intervenciones a acometer parte de un dato relevante, “el consumo de energía eléctrica y del alumbrado público supuso en el ejercicio 2007 alrededor del 0,9 % del presupuesto de la Ciudad”. Partiendo de este llamativo dato se relaciona un amplio repertorio de medidas, todas ellas plenamente acertadas y dignas de nuestro elogio. El problema, como suele ser costumbre en este tipo de planes de ahorro emprendidos por las administraciones, es su escaso cumplimiento y observancia.

Cierto es que algunas propuestas no se pueden poner en marcha de un día para otro, e incluso muchas de ellas requieren una fuerte inversión económica, aunque a medio plazo se recupera en forma de ahorro. Sirva como ejemplo, la instalación de detectores de presencia, de interruptores temporales, de sistemas de gestión informatizada, de reguladores de flujo, etc… Hecha esta matización, no deja de ser menos cierto que otras acciones simplemente dependen de la voluntad política. En este apartado incluiríamos la anunciada limitación de “aquellos puntos de luz que tengan una función meramente ornamental o decorativa y no afecten a la seguridad”. El cumplimiento de esta medida es fácilmente comprobable por cualquier ciudadano que puede observar cómo sigue encendida todos los días la iluminación de ciertos inmuebles para resaltar su belleza arquitectónica (Casa de los Dragones, edificio Trujillo, foso de las Murallas Reales, etc…). El más llamativo es el caso de la fortaleza del Monte Hacho, cuya iluminación ornamental debe costar un ojo de la cara. No es que estemos en contra por sistema de este tipo de decoraciones luminosas, pero no nos parece razonable que permanezcan encendidas todos los días. Bien se podría limitar su encendido a los fines de semana, como se viene haciendo desde hace ya bastante tiempo en ciudades monumentales como Cáceres.
Una de las medidas que figuran entre las primeras para reducir el gasto energético consiste en la modernización de las redes de alumbrado público, mediante la sustitución masiva de bombillas por otras de menor consumo y mayor rendimiento. Esta medida si que parece que se esté acometiendo, con una apreciable modificación, en principio no prevista: la sustitución de la bombilla, junto con la farola que la sostiene. Nada de esto debería de extrañar si las farolas que se están sustituyendo estuvieran en mal estado o fueran poco eficientes desde el punto de vista del consumo energético. Desgraciadamente, ésta no es la verdad de los hechos que todos los ciudadanos estamos apreciando, provocando la sorpresa de algunos y la indignación de otros. Lo cierto es que se están cambiando las farolas de algunas zonas que estaban en perfecto estado, como las de la Plaza de África, la calle Jaúdenes, la Avenida de la Marina Española o el Paseo de las Palmeras. En este último caso, las farolas sustituidas tienen apenas cinco años y su aspecto era inmejorable. El único criterio que justifica su sustitución es el meramente estético, ya que las farolas que vienen a sustituir a las anteriores resultan más atractivas, sin embargo son ineficientes y contaminantes. Nos referimos, claro está, a la contaminación lumínica.
No deja de ser una paradoja que la instalación de las nuevas farolas en el Paseo de las Palmeras coincida en el tiempo con la declaración, por parte de la UNESCO, del Año Internacional de la Astronomía. Precisamente uno de los objetivos destacados de esta iniciativa es la lucha contra la contaminación lumínica. Poco favorece en esta lucha que pretende facilitar la visión del cielo, la colocación de luminarias que lanzan luz hacia arriba (sobre todo las farolas “tipo globo” colocadas en el Paseo de las Palmeras), en lugar de iluminar hacia abajo que es donde se necesita la luz. Está claro que las farolas de tipo "globo" no alumbran nada bien la calle. Las únicas farolas que iluminan bien son las que tienen una cubierta superior que impide que la luz escape hacia arriba, reflejándola hacia abajo, como lo eran las que se están cambiando en estado semi-nuevo.
En conclusión, podemos afirmar que las medidas de austeridad y ahorro en el área de energía no sólo se están incumpliendo, sino que por el contrario se está emprendiendo una injustificada sustitución de luminarias que constituyen un elevado gasto económico. Por si esto fuera poco grave, las nuevas farolas son menos eficientes y además producen contaminación lumínica. Un auténtico despropósito que contradice los objetivos del “Plan de Austeridad y Contención del Gasto”, hasta llevarlo a una burda maniobra de propaganda, impropia para los difíciles tiempos a los que nos vemos abocados por la crisis económica.

Fuente: El Faro

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